Sobre la dislocación del cuerpo en la arquitectura: El Modulor de Le Corbusier
En 1948, el arquitecto francés Charles-Édouard Jeanneret-Gris –mejor conocido como Le Corbusier–, lanzó una de sus publicaciones más famosas titulada El modulor, seguido por El modulor 2 (1953). En estos textos, Le Corbusier dió a conocer su aporte a la investigación que tanto Vitrubio como Da Vinci y Leon Battista Alberti habían comenzado en un esfuerzo por encontrar la relación matemática de las medidas del hombre con la naturaleza.
Las investigaciones de los autores previamente mencionados representan también, una búsqueda por explicar los Partenones, los templos indios y las catedrales que se construyeron según medidas precisas que hacían referencia a un código que explicaba lo esencial. Saber de qué instrumentos dispusieron para encontrar la esencia de estas construcciones era el punto de partida, al parecer se trataban de instrumentos que rebasaban el tiempo. No resulta tan extraño decir que las medidas que se emplearon fueron en esencia, partes del cuerpo como el codo, dedo, pulgada, pie, brazo, pie, palma, etc. Incluso existen instrumentos y medidas que portan nombres que aluden al cuerpo humano, por lo que la arquitectura no está lejos de ser el reflejo del mismo.
Se trataba de una arquitectura conceptual que se producía con objetos y medidas locales que no necesitaban atravesar el mundo, por lo que no era necesario establecer ciertos estándares, aunque con el tiempo esto se fue transformando debido a que la visión del mundo se expandió conectando nuevos continentes. La Revolución Francesa abrió puertas que conducían a un futuro prometedor que daría cabida a los avances de la ciencia que expandía los límites. A partir de esto comenzó un proceso de estandarización estratégica que utilizó el metro como herramienta para ser insertado y adoptado como medida estándar.
Esta nueva medida representaba la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre, una medida muy alejada del cuerpo humano, lo que conllevó complicaciones evidentes al no poder ser dividida con exactitud cuando se trataba de medir o representar el cuerpo produciendo una ruptura significativa en el lenguaje arquitectónico. Este salto dejó muchas cosas sin atender, –como algunos de los cambios más radicales que hemos experimentado en la historia– y se enfrentó a una disociación del cuerpo con su hábitat en un intento global de progreso hacia un mundo nuevo donde predominara el orden.
Cabe mencionar que el Sistema Anglosajón también representaba una estandarización necesaria que habría que estudiarse a profundidad, pero esta necesidad de encontrar lo común y poderlo representar, es uno de los deseos más humanos. El modulor surge a partir de estos cambios representando la inquietud de la mente obsesiva de Le Corbusier por devolverle la armonía a los espacios con respecto al cuerpo humano; representa un paso más para vincular el cuerpo con el mundo de la arquitectura y es lo que detonó diversas investigaciones que han hecho a arquitectos asentir o disentir con dichas teorías.
No es necesario ser expertos en arquitectura o anatomía para deducir que la medida de el modulor aludía al cuerpo de un hombre caucásico de 1.83m que aparecía constantemente en películas de Hollywood, en las revistas o en la televisión –lo que nos da algunas pistas de cómo se consumía la arquitectura en ese momento y su relación con el espectáculo–. Era de esperarse que este cuerpo representaba un porcentaje muy pequeño en la población de todo el mundo y aunque los intentos de Le Corbusier por devolverle el orden del cuerpo al espacio representan una de las teorías más admiradas y adoptadas sin crítica por parte de los arquitectos, son también una forma de re-dibujar el Neufert con los mismos medios de producción que posicionaban a la arquitectura como un objeto de consumo para las masas o como un marco para los objetos de deseo.
El modulor marca un avance importante dentro de la historia de la arquitectura porque nos dimos cuenta de la desvinculación corporal que produce la industria en los constantes intentos de estandarización, estos esfuerzos hablan de nuestro deseo de entender lo común para que pueda ser atendido y adoptado por todos.
Le Corbusier pone sobre la mesa una lección importante: es necesario seguir re-dibujando las lecciones de nuestros antecesores para descubrir qué es lo que se adapta a nuestro contexto, para poder encontrar las fallas y seguir descubriendo todo lo que nos rebasa cuando algo nuevo surge. Las guías y los manifiestos son algunos de los documentos más importantes de la historia de la humanidad porque nos hablan de cómo nos relacionamos en momentos específicos y no deben por ningún motivo dejar de ser revisados y re-escritos por las nuevas generaciones como si se tratara de documentos sagrados inalterables.