Futuro industrial o natural: ¿Es posible crear ciudades orgánicas moldeadas por la tecnología?

Cortesia de AI SpaceFactory Cortesia de AI SpaceFactory

En Her, una película de 2013 dirigida por Spike Jonze, un escritor solitario desarrolla una relación amorosa con la asistente virtual de un sistema operativo. Un Mundo Feliz, libro escrito en 1932 por el inglés Aldous Huxley, habla de una sociedad cuyo culto a la eficiencia, la racionalización y la máquina desata una humanidad que ignora el esfuerzo y el dolor, pero que también reprime el amor y la libertad. En el libro de Frankenstein, de 1823, considerada la primera novela de ciencia ficción, se crea una vida artificialmente, produciendo un monstruo con características humanas: voluntades, anhelos y miedos. Ya sea en relación al temor a la inteligencia artificial, la incertidumbre que produce la industrialización o los límites de la ciencia, respectivamente, las obras de ciencia ficción nos revelan menos sobre el futuro y mucho más sobre el momento en que fueron creadas; hablan de los temores y las esperanzas de su propia época.

Cuando exploramos las visiones urbanas del pasado sobre el futuro, es común encontrar ejemplos exagerados e incluso divertidos. En cuanto a las promesas de la arquitectura y, en consecuencia, de nuestras ciudades, tampoco es tarea fácil señalar caminos con claridad. Al observar las tendencias de la industria y al usar toda nuestra imaginación, ¿podríamos decir cómo serán las ciudades en decenas o cientos de años? ¿Sus materiales, su apariencia, la manera de construir y de pensar? ¿Será un futuro más limpio y minimalista o un futuro más orgánico y complejo? ¿Cómo afectarán las nuevas tecnologías y materiales de construcción a la forma, aspecto y prosperidad de las ciudades del mañana?

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