Clásicos de Arquitectura: Los Clubes – Cuadra San Cristóbal y Fuente de los Amantes / Luis Barragán
A los 62 años de edad, en 1964, el arquitecto mexicano Luis Barragán comienza el proyecto de una de sus obras más representativas, la Fuente de los Amantes ubicada dentro del Fraccionamiento Los Clubes, en el municipio de Atizapán, Estado de México.
Esta obra se enmarca dentro de una intervención mayor, asociada dentro del mismo proyecto a la Cuadra San Cristóbal (caballerizas) y a la Casa Egerstrom, pensadas por el arquitecto para una comunidad de caballistas. El conjunto, terminado en 1969, se transformó en un símbolo de su obra por el impecable uso del agua, la abstracción geométrica de los distintos planos y el color, elementos recurrentes en su carrera.
La fuente es uno de los espacios para uso público dentro del proyecto. Este debía ser un estar para los jinetes y sus caballos, pero fue diseñado en específico como bebedero para los animales, no como fuente decorativa. Barragán lo describe así: “la profundidad del estanque la calculé para que al pasar el caballo, le llegara el agua a la panza”.
El jinete entra por un acceso lateral enmarcado por el gran muro rosado, luego baja hacia la pileta sobre el caballo, que se sumerge en el agua. Toda esta situación se produce acompañada por el ruido del agua, que cae como cascada desde el acueducto perfectamente apoyado sobre otro muro del mismo material. De esta forma el agua aparece en calma y en movimiento, cambiante.
El uso del agua es característico en su obra y es influencia de la arquitectura colonial mexicana. Pero va más allá de los pozos y acueductos de las haciendas y conventos, y las diseña como esculturas independientes del agua, que pueden mantener su atractivo visual y espacial, sin necesidad de estar en funcionamiento.
La Cuadra San Cristóbal, donde se disponen las caballerizas, se emplaza a 80 metros (aprox.) de la fuente, pero forman un solo proyecto por el tratamiento similar de los elementos y la relación programática. El juego de tonos rosados que paradójicamente resalta la geometría más bien abstracta de los muros y la presencia del agua, los vinculan leyéndose como un solo espacio.
El total del conjunto se muestra entonces con un carácter fuertemente expresivo. Como una puesta en escena que espera la entrada del jinete, la abstracción de los elementos contrasta con sus fuertes colores, y el grosor de los muros le da profundidad a las aperturas y pórticos que en su justa medida insinúan los jardines vecinos y hacen aparecer el cielo. El juego compositivo entre muros ciegos y perforados generan una experiencia, y ésta se ve acentuada con el sonido del agua en movimiento, el suelo sin pavimentos y los olores de la vegetación elegida por el mismo arquitecto.
Como en varias de sus obras, los espacios creados por Luis Barragán parecen atemporales, en reposo. En esta obra genera un exterior más bien cerrado, es un lugar de encuentro pero creado para la reflexión solitaria y siempre abierto hacia al cielo. La forma de habitar el espacio está definida de esta manera íntima; finalmente la fuente fue pensada por su arquitecto para ser cruzada sólo por un caballo y su jinete.
Fotografías: Rodrigo Flores @guitarshock
Referencias: Barragán Foundation, Foto Vía Flickr Usuario: Enrique Mandujano, Foto Vía Flickr Usuario: Stig-Audun Hansen, Foto Vía Flickr Usuario: Esparta, Wikipedia, Libro “Luis Barragán, Clásico del Silencio”. Enrique X. de Anda Alanis, SAH Study Tour Blog